El envenenamiento por mercurio, también conocido como mercuralismo, es el fenómeno de la toxicidad por contacto con mercurio.
Los principales peligros asociados con el mercurio elemental son que, en condiciones estándar de temperatura y presión, el mercurio tiende a oxidarse formando óxido de mercurio II, y que si se cae o se altera, el mercurio formará gotas microscópicas, lo que aumentará drásticamente su superficie.
El aire saturado con vapor de mercurio a temperatura ambiente está en una concentración muchas veces superior al nivel tóxico, a pesar del alto punto de ebullición el peligro aumenta a temperaturas más altas.
Las cuencas hidrográficas tienden a concentrar mercurio a través de la erosión de depósitos minerales y la deposición atmosférica.
Las plantas absorben mercurio cuando están húmedas, pero pueden emitirlo al aire seco.
Los depósitos vegetales y sedimentarios en el carbón contienen varios niveles de mercurio.
Al igual que las plantas, los hongos también pueden acumular mercurio del suelo.
El mercurio daña el sistema nervioso central, el sistema endocrino, los riñones y otros órganos, y afecta negativamente la boca, las encías y los dientes.
La exposición durante largos períodos de tiempo o una fuerte exposición al vapor de mercurio puede provocar daños cerebrales y, en última instancia, la muerte.
El mercurio y sus compuestos son particularmente tóxicos para los fetos y los bebés.
Las mujeres que han estado expuestas al mercurio durante el embarazo a veces han dado a luz a niños con defectos congénitos graves.